miércoles, 24 de octubre de 2007

TIEMPO DE MORIR

Por Osvaldo Torres
Concejal Peñalolen (PS)

Tiempo de Morir

10 adolescentes han muerto en un recinto del Estado llamado "Tiempo de crecer".

Ha quedado demostrada la incompetencia para resguardar el derecho básico a la vida de los adolescentes comprometidos en infracciones a la ley. Ha sido desnudada la incapacidad para asegurar que los recintos de detención tuvieran las condiciones adecuadas para mantener a los adolescentes y niños en prisión y más aún con algún programa de rehabilitación y reinserción social. Se ha evidenciado, dolorosamente, que las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores (Reglas de Beijing) no han sido atendidas en tres aspectos centrales: "Proteger la condición jurídica del menor, promover su bienestar y evitar que sufra daño". Se ha violado la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU, en su artículo 37 inciso c que señala que: "Todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inherente a la persona humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad". Estamos en presencia de una grave vulneración de los derechos de los niños y adolescentes.

Este gravísimo hecho requiere no sólo de sumarios internos. Como bien lo ha señalado el Director de SENAME, la responsabilidad por lo ocurrido no es de los "amotinados" -como lo afirmó la Seremi de la X Región-, es del propio Estado.

Es claro que la ley Nº 20.084, la misma que bajó la edad de responsabilidad penal a los 14 años y desconoció el criterio de privación de libertad como medida de última instancia, ha dejado un resultado macabro y previsto por la Comisión de Expertos que funcionó previa a su puesta en vigencia. También es evidente que las promesas de inversión no se han cumplido, ni en el campo de la infraestructura ni en personal calificado para re-socializar y reinsertar a los adolescentes. No sólo el Centro de Puerto Montt carece de condiciones dignas para un proceso de rehabilitación, también el Centro Tiempo Joven en San Bernardo y otros similares.

Pero existe otro problema. La "filosofía" de la rehabilitación bajo prisión es un engaño. Aquellos que apoyaron la prisionización de las penas deben asumir que cometieron un grave error, pues lo que se requiere es incrementar la calidad de la intervención en el medio libre, cambiando las vidas de ellos y no coartándolas. La prisión debe ser sólo para los adolescentes que cometen crímenes violentos.

Las muertes son un mensaje terrible, que debieran cambiar el rumbo y la prioridad que tienen los niños y adolescentes chilenos y en particular los excluidos. Hay adolescentes y niños sin oportunidades, con vivencias familiares y escolares degradadas y la respuesta del Estado es de una violencia material y simbólica que lo que reproduce es mayor violencia. La pretensión institucional de aplicar la violencia sobre un problema social es infructuosa y llevará a un ciclo impensable en las calles y en las cárceles.

La re-estructuración de Sename, ligada a la aprobación de su presupuesto es una buena medida si se calibra la dimensión de la decisión. Esta debiera abrir paso a una institucionalidad global para los niños y adolescentes y no sólo para los infractores, pues es lo que permitirá prevenir esto último. En ella debe contemplarse como necesidad la figura del Defensor del Niño y la Niña, como figura autónoma que permita monitorear el estado de los derechos de los niños, proponer reformas legales, instruir a la administración pública para adecuar las deficiencias en la atención, promover campañas y otras facultades que fiscalicen a quienes operan sobre los niños y adolescentes. Hay que complementar el esfuerzo del sistema de protección social de niños menores de seis años de "Chile Crece Contigo", con un sistema que cubra hasta los 18 años, que esté coordinado territorialmente y dirigido a esa población sin discriminación de ingresos. Debe generarse una autoridad política del área para coordinar, gestionar y evaluar las acciones que se desarrollan en las áreas de educación, salud, protección de derechos, deportes y vivienda, haciendo realidad el Plan Nacional de Infancia y Adolescencia.

Es tiempo de actuar no sólo para evitar estas tragedias, sino para demostrar que los niños y adolescentes excluidos tienen un país que les ofrece oportunidades para un desarrollo integral. Esta es una tarea de primer orden.


Osvaldo Torres G
Antropólogo
Director Ejecutivo
ACHNU

Tragedia del Sename: Que pequeños son los que nos mandan


Por Antonio Ovando

Ex Director de Fundación Don Bosco


Seguimos tratando como delincuentes a los menores en problemas, mientras las autoridades enseñan con su ejemplo a la juventud que los poderosos no responden por sus actos u omisiones


Antonio Ovando S. (10/07)LA REHABILITACION DE niños y jóvenes con problemas asociados a la delincuencia, adicciones y la exclusión social representa un desafío para todas las sociedades, especialmente en nuestra América Latina. A pesar de que existen las propuestas y proyectos cercanos, humanizantes y posibles de desarrollar y a la vez instituciones de reconocido prestigio en los distintos sectores, este asunto se ha convertido en un tesoro para quienes manejan el poder de decisión. Se insiste en la añeja mirada encarceladora y represiva, la cual es no sólo indigna, sino que brilla por sus fracasos en los países desde donde algunos de nuestros especialistas se empeñan en importarla.


Mi experiencia junto a familias y jóvenes que viven esta circunstancias me ha impelido a redactar esta columna. Quiero invitarles a acompañar a quienes sufren el dolor hoy día y a la vez a tomar iniciativas personales, familiares y comunitarias que impidan que estos hechos vuelvan a suceder


EL HILO POR LO MAS DELGADOLa muerte de jóvenes en centros de reclusión no es nueva en Chile. Sucesos como los ocurridos en Puerto Montt se han tornado, por desgracia, en frecuentes en las últimas décadas en nuestro país. La Serena, Temuco, San Bernardo y la tragedia de la denominada Casa de Menores San Francisco son algunos que ahora recuerdo y que, estoy cierto, permanecen en la memoria de quienes por años hemos promovido, quizá sin mucho éxito, la atención digna para niños y jóvenes que por distintos motivos deben permanecer en estos recintos. La muerte y el dolor humano parecen ir de la mano de muchas personas. Madres y familias, educadores y profesionales sufren con estos asuntos tan delicados. Nadie podría siquiera imaginar una mala intención de quienes diseñan, ejecutan o toman las decisiones en lo tocante al inicio el aplazamiento de los proyectos. Sin embargo, y de acuerdo a mi experiencia en el trabajo en esta área, puedo afirmar con la misma certeza de que nadie está en verdad dispuesto a responder y asumir verdaderamente las responsabilidades que emergen de los errores cometidos en el Servicio Nacional de Menores (Sename).


Probablemente el reacomodo político permita, con la complacencia nuestra, iniciar sumarios que nunca terminan y no faltará quienes obtengan réditos políticos y de distinta índole de tan dolorosa situación. Otros intentarán aumentar las medidas de control y se sumarán a quienes reducen todo el problema a unas colchonetas inflamables o a la responsabilidad de un educador que no habría realizado la intervención correcta. Sendas declaraciones de organismos públicos y privados ornamentarán y convertirán en un espectáculo paradojal el camino al cementerio cercano.


No son responsables los gendarmes. Nunca lo han sido; no es su rol, no es su función ni están formados para eso. Tampoco cabe culpar a las organizaciones de trabajadores del Sename. Existe certeza de que cuando se habla de rehabilitación de adolescentes con problemas delincuenciales y drogadiccionales asociados a la privación de oportunidades para el desarrollo se necesita un ambiente adecuado, propuestas modernas y pertinentes y personas preparadas para aplicarlas. UN ENFOQUE REPRESIVOEn nuestro país se ha instalado, desde hace muchos años, la idea punitiva y sanitaria que trata como enfermos o delincuentes a los jóvenes en problemas. No es casual que el Servicio Nacional de Menores dependa del Ministerio de Justicia, ni tampoco que los asuntos de drogas estén vinculados a la psiquiatría clásica y al control social. Tampoco es casual que en sus propuestas tengan relevancia menor los asuntos sociales y educativos, a la hora de identificar causalidades y vías de abordaje. Por ahí podríamos buscar responsabilidades.


El debate de años en torno a la Ley de responsabilidad adolescente permitió a los distintos actores exponer sus visiones, proyectos e ideas. Los medios de comunicación nos muestran aún diario la realidad de las cárceles de adultos y jóvenes. Se han vivido intensos debates. El asunto de la prevención del delito y el tratamiento del delincuente en el que están circunscritos los temas relacionados con el Sename, el Conace y otros organismos públicos son motivo de disputas partidarias, lo que ha impedido a nuestros líderes ir un poco más allá con sus propuestas. Al parecer el debate no ha servido de mucho, segùn se deduce de las facilistas y superficiales explicaciones dadas por nuestras principales autoridades. El discurso frente a los dolorosos hechos de Puerto Montt así lo indica.


La ley de responsabilidad adolescente ha puesto en el debate la actualización necesaria desde la perspectiva jurídica. Sin embargo, la ortodoxia y los personalismos presentes en los organismos públicos, unidos al desconocimiento experiencial y las debilidades y lejanías de los académicos configuran un escenario confuso por decir lo menos. No es casual, tampoco, que las principales experiencias innovadoras y exitosas se encuentren en el ámbito de la sociedad civil. En Chile, prestigiadas instituciones y personas con distintas fuentes inspiracionales han dedicado sus mejores esfuerzos a la prevención, la rehabilitación y la reinserción de niños y jóvenes con dificultades. Casualmente, sin embargo, no tienen ni han logrado tener una incidencia mayor a la hora de las definiciones estructurales.Pareciera que es necesario abrir espacios. Estoy cierto que cuando los chiquillos inician su motín no consideran que el calor dilata los metales, lo que impide abrir las puertas a la hora de la desesperación.


Existen varios asuntos en los cuales los chilenos estamos cerrando la puerta por dentro. Y el calor sigue aumentando.


Las organizaciones no gubernamentales están desafiadas. Los padres cuyos hijos han muerto o permanecen en estos centros también. Es tiempo de crecer.

Patricio